“¿Supervisión? No es un castigo, es lo que separa a los buenos terapeutas de los mediocres”

“¿Supervisión? No es un castigo, es lo que separa a los buenos terapeutas de los mediocres”

Si crees que supervisarse es admitir que no sabes lo que haces, vas por mal camino. La supervisión no es un juicio, es lo que te hace mejor. Descubre por qué los mejores terapeutas nunca dejan de supervisarse.

Publicado el 04/02/2025 - POR ICOMPORTAMIENTO

Supervisión Terapéutica: Porque Incluso los Jedi Necesitan un Maestro

 

Si algo nos ha enseñado Star Wars, es que incluso los más poderosos necesitan una guía. Y no, no estoy diciendo que los terapeutas vayan por ahí con espadas láser (aunque, admitámoslo, sería genial), pero sí que enfrentamos desafíos que requieren más que solo nuestra formación inicial.

 

En el mundo de la terapia, existe un mito peligroso: “Si pido supervisión, significa que no soy un buen terapeuta”. Como si por el simple hecho de obtener un título, una varita mágica nos concediera todo el conocimiento clínico existente. La realidad es otra: los mejores terapeutas nunca dejan de aprender.

 

Así que, si alguna vez te has sentido inseguro, dudando sobre un caso difícil o preguntándote si podrías estar haciéndolo mejor… Bienvenido al club. Aquí exploraremos por qué la supervisión no solo es normal, sino esencial, y cómo puede ayudarte a mejorar tu práctica clínica (sin que nadie te quite la credencial de terapeuta, lo prometo).

 



El Mito del Terapeuta Omnisciente

 

A ver, pongámonos en contexto. Todos hemos pasado por ahí: terminas la carrera, haces tu máster, te lanzas a la consulta y… BAM. Llega ese primer paciente con una historia que te deja en blanco. “¿Y ahora qué? ¿Dónde estaba ese capítulo en el manual de intervención?” Y claro, ahí entra el pánico: “Si pregunto, ¿significa que no sé lo que hago?”

 

Déjame contarte algo: llevo décadas en esta profesión y sigo sintiendo los mismos pájaros en la cabeza cuando me meto en nuevos terrenos. He hecho másteres en distintas etapas de mi carrera, y cada vez que me he formado, me he encontrado con esa mezcla de emoción y miedo. Sentía que estaba en el ruedo otra vez, con la adrenalina de un novato y la responsabilidad de alguien con experiencia.

 

Y aquí está el secreto: eso no significa que seas incompetente. Significa que eres un terapeuta comprometido.

 

Los mejores profesionales que conozco, esos que admiras porque parecen saberlo todo, son los que nunca dejan de aprender, los que buscan supervisión, los que aceptan que siempre hay algo que mejorar. Pensar que la supervisión es solo para “los que no saben” es como creer que los mejores atletas del mundo dejan de entrenar cuando llegan a la cima.

 

Si en algún momento has sentido que pedir supervisión es admitir que no eres lo suficientemente bueno, quiero que leas esto en mayúsculas:

 

👉 LA SUPERVISIÓN NO ES UN SIGNO DE DEBILIDAD, ES UN SÍMBOLO DE EXCELENCIA.

Y ahora que hemos tumbado el mito, vamos a lo interesante: ¿cómo la supervisión puede ayudarte a ser un terapeuta mejor sin morir en el intento?

 

 

Supervisión: Porque Todos Necesitamos Un Espejo Retrovisor

 

Si algo he aprendido con los años es que nadie, absolutamente nadie, ve con claridad su propia práctica. No importa cuántos libros hayas leído ni cuántos años lleves en consulta, siempre hay puntos ciegos.

 

Pedir supervisión no es cuestión de niveles ni de “maestros y aprendices”. Todos nos supervisamos. Yo me superviso. Quienes me supervisan, también se supervisan. Esto no es una pirámide jerárquica, es más bien un grupo de escaladores que se van ayudando unos a otros a no resbalar en la montaña.

 

A veces, un caso nos atrapa emocionalmente, nos revuelve por dentro o nos deja con la sensación de “esto no está funcionando y no sé por qué”. Y en lugar de quedarnos dándole vueltas solos, la supervisión nos da una segunda mirada, más objetiva, más clara, sin la carga emocional del caso.

 

¿Por qué es tan útil?

 

Porque nos devuelve la perspectiva.
Hay sesiones en las que, sin darte cuenta, te has subido al tren emocional del paciente y ya no sabes si estás conduciendo tú o el tren te lleva a ti. Otro terapeuta te puede ayudar a recalibrar el enfoque.

 

Porque evita que te lleves la consulta a casa.
Por mucho que nos digamos "dejo el trabajo en la consulta", hay casos que se quedan pegados como chicle en zapato. Verlos desde otra perspectiva ayuda a sacudirlos y seguir adelante sin cargar con ellos.

 

Porque es como afinar un instrumento.
Puedes tocar la guitarra, sí. Pero si la cuerda está desafinada, por mucho que toques con técnica, no sonará bien. La supervisión ayuda a afinar lo que ya sabes hacer.

 

Porque te das cuenta de que no estás solo.
Todos, en algún momento, hemos sentido que quizá no somos lo suficientemente buenos en esto. Hablarlo con otros profesionales y darte cuenta de que todos pasamos por lo mismo es un alivio inmenso.

 

Al final, supervisarse es como verse en un espejo con buena luz. Puedes seguir adelante sin él, pero es probable que lleves algo fuera de lugar y no te des cuenta hasta que alguien te lo señala.

 

 

Los Miedos de Supervisarse (y cómo la realidad es otra cosa)

 

Si alguna vez has pensado en supervisarte pero algo dentro de ti ha dicho "ufff, mejor no", probablemente te has topado con alguno de estos miedos:

 

“Si pido supervisión, van a pensar que no sé lo que hago.”
“¿Y si hago el ridículo?”
“Seguro que el supervisor me desmonta todo y me dice que estoy haciéndolo fatal.”
“Voy a quedar como un novato y los demás terapeutas estarán en plan ‘mira a este’.”

 

Y lo entiendo. Pedir supervisión es exponerse, dejar que otro profesional vea cómo trabajas y admitir que hay cosas que no tienes claras. Pero déjame decirte algo importante: todo terapeuta ha estado ahí, yo también.

 

La supervisión no es un examen ni un espacio donde te van a juzgar. Si el supervisor es bueno, su trabajo no es demostrar que sabe más que tú, sino ayudarte a ver lo que quizás no estás viendo, apoyarte en el proceso y, sobre todo, generar un espacio seguro donde puedas aprender sin miedo al juicio.

 

Lo que dicen los estudios sobre este miedo

 

Entonces, ¿qué nos dice esto? Que tu miedo es válido, pero no refleja la realidad de lo que es una supervisión bien hecha. Porque en el fondo, todos hemos sentido lo mismo antes de supervisarnos, pero al final nos damos cuenta de que es un salvavidas profesional.

Y justo de eso hablamos en el siguiente punto…

 

 

Los Beneficios de Supervisarse (o por qué esto es un salvavidas profesional)

 

Ahora que hemos desmontado el mito de que la supervisión es un juicio sobre tu competencia, hablemos de lo bueno. Porque sí, supervisarse tiene beneficios brutales para tu desarrollo como terapeuta.

 

Si te supervisas, vas a notar cambios reales en cómo trabajas, cómo te sientes en consulta y cómo gestionas el peso emocional de la profesión. Vamos con los puntos clave:

 

1. Ganas objetividad (y sales de tu propia cabeza)

 

Cuando llevas mucho tiempo trabajando un caso, es fácil perder objetividad. La supervisión te ayuda a verlo con nuevos ojos y encontrar soluciones que, por estar tan dentro del problema, no habías considerado.

 

2. Ganas tiempo, (de vida)

 

Algunos casos nos pesan más que otros. Y cuando te das cuenta de que sigues dándole vueltas a una sesión un domingo por la tarde, es señal de que necesitas otro espacio para soltar.

 

3. Te protege del síndrome del impostor

 

Si alguna vez has sentido que no eres lo suficientemente bueno en esto, bienvenido al club. Supervisarte te ayuda a ver que lo que haces tiene sentido y que, aunque siempre hay margen de mejora, no estás tan perdido como a veces crees.

 

4. Aprendes más rápido que en cualquier manual

 

Puedes hacer 10 cursos y leer 20 libros, pero hay cosas que solo se aprenden en la práctica y en la reflexión compartida. Supervisarse es básicamente acceso a la experiencia de otros terapeutas sin necesidad de tropezarte con todas las piedras tú solo.

 

5. Es un espacio seguro donde no tienes que demostrar nada

 

En consulta estamos para nuestros pacientes. En supervisión, estamos para nosotros. Es el único lugar donde puedes decir sin miedo:

Y en lugar de sentirte juzgado, te sientes comprendido, acompañado y con herramientas nuevas para seguir adelante.

 

 

 Supervisarse es de Terapeutas Inteligentes (y tú eres uno de ellos)

 

Si has llegado hasta aquí, ya tienes clara una cosa: nadie lo sabe todo, y eso está bien. Lo que nos hace buenos terapeutas no es la cantidad de diplomas en la pared ni lo bien que disimulamos cuando nos quedamos en blanco en sesión. Lo que nos hace buenos es nuestra capacidad de seguir aprendiendo, cuestionarnos y mejorar.

 

Y ahí es donde entra la supervisión. No como un trámite, no como un examen, sino como una herramienta clave para el crecimiento profesional. Porque cuando nos supervisamos, afinamos nuestra práctica, ganamos seguridad y trabajamos con más claridad.

 

Si alguna vez has sentido que un caso se te escapa, que te pesa más de lo que debería, o que necesitas otra mirada para confirmar que lo que haces tiene sentido… es hora de supervisarse.



Supervisarse no es un lujo, es higiene profesional. Igual que los médicos tienen sesiones clínicas y los músicos afinan sus instrumentos, los terapeutas necesitan supervisión para hacer su trabajo sin cargar con todo el peso en solitario.

Y ahora, si todo esto te resuena, te lanzo la pregunta clave: ¿a qué esperas para probarlo?



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Porque los mejores terapeutas no son los que lo saben todo, sino los que nunca dejan de aprender.



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