Solo quiero ayudarte… ¡aunque no me lo hayas pedido!
¿Te ha pasado? Estás en medio de una conversación, contando un problema que te preocupa, y antes de que termines, alguien ya está lanzando soluciones al vuelo: “Lo que tienes que hacer es…” o “Eso se arregla fácil, prueba con…”. Parece que solo quieren ayudarte, ¿verdad? Pero a veces nos quedamos pensando si buscaban resolver nuestro problema… o quizá el suyo propio. 🤔
Este fenómeno es tan común que todos lo hemos vivido desde los dos lados: tanto ofreciendo ayuda de esta forma como recibiéndola sin pedirla. Pero, ¿qué está detrás de este impulso casi automático de querer “arreglar” la situación para la otra persona? Vamos a explorar qué nos motiva a dar consejos no solicitados, cómo se siente quien los recibe y algunas alternativas que podrían mejorar nuestra manera de comunicarnos.
¿Por qué sentimos la necesidad de intervenir?
- Necesidad de sentirnos útiles
Uno de los motivos más comunes es el deseo de ser útiles. En un contexto donde alguien nos comparte una preocupación, nuestro cerebro registra esa situación como una oportunidad de demostrar que tenemos soluciones. Según estudios en psicología social, ofrecer soluciones puede dar un “subidón” emocional, generando una sensación de competencia y de pertenencia. Es una especie de mecanismo de validación social, especialmente cuando queremos demostrar que estamos ahí para la otra persona.
- Miedo al malestar ajeno
Muchas veces, cuando alguien cercano expresa dolor, ansiedad o frustración, nos resulta incómodo presenciar ese malestar. En lugar de quedarnos en ese espacio, intentamos “aliviar” la situación con soluciones rápidas. Este impulso de “querer arreglarlo todo” está relacionado con el deseo de reducir la incomodidad emocional que sentimos al ver a alguien sufrir. Al intentar calmar el malestar del otro, también estamos aliviando el nuestro propio.
- El poder de la respuesta perfecta
¿Te ha pasado que sientes satisfacción cuando das una “respuesta perfecta”? La psicología también sugiere que nuestro impulso de dar consejos refleja una necesidad de sentir control y de proyectar que somos capaces de aportar soluciones. En nuestra mente, pensamos que sabemos qué es lo mejor y que podemos “resolver” la situación. Esto puede generar una satisfacción momentánea, pero, ¿realmente le sirve a la otra persona?
- Patrones aprendidos de conducta
Es posible que, desde pequeños, hayamos visto a personas adultas “resolver” problemas rápidamente. Esto refuerza la idea de que ayudar siempre implica hacer algo o dar una “solución”. Con el tiempo, vamos repitiendo ese patrón hasta convertirlo en automático, y nos cuesta separar “ayudar” de “dar consejos”.
Cómo se siente quien recibe esta “ayuda” no solicitada
Desde el otro lado, recibir soluciones no solicitadas puede hacer que la persona sienta que sus emociones no son realmente escuchadas. En lugar de percibir empatía, puede experimentar que su problema no es comprendido o que la situación no merece la atención que busca.
- Sensación de incomprensión
Cuando alguien está buscando hablar, lo que en muchos casos busca no es una respuesta, sino comprensión. Al recibir consejos, puede sentir que se subestima su situación o que sus emociones se ven minimizadas. Imagínate hablando sobre un problema laboral que te agobia y, de repente, te dicen: “¿Por qué no buscas otro trabajo?” No era lo que buscabas, ¿verdad?
- Falta de escucha genuina: La persona que recibe soluciones sin pedirlas puede sentir que la conversación se ha convertido en un “monólogo de consejos”. Es como si, en lugar de darle espacio para expresarse, hubiera una urgencia por cambiar de tema o poner fin al problema rápidamente. En la terapia online, por ejemplo, una escucha activa es fundamental para generar un vínculo de confianza y comprensión.
- Posible desconexión: Aunque la intención sea buena, responder con soluciones puede provocar una sensación de desconexión. La persona que estaba abriéndose emocionalmente puede sentirse “cerrada”, como si su problema no fuera del todo relevante o se percibiera como algo fácil de resolver.
Ejemplos prácticos de ayuda no solicitada
Veamos algunos ejemplos cotidianos que nos pueden resultar familiares:
- Escena 1
Persona A: “No he dormido bien en días, me cuesta conciliar el sueño y no sé qué hacer…”
Persona B (automáticamente): “Prueba con un té de valeriana antes de dormir, a mí me funciona perfecto.”
- Escena 2
Persona A: “Últimamente me siento abrumado en el trabajo, como si tuviera demasiadas responsabilidades.”
Persona B: “¿Y por qué no hablas con tu jefe para que te quite carga de trabajo?”
En estos ejemplos, ¿te identificas en alguna de las personas? En el caso de Persona B, tal vez haya habido una genuina intención de ayudar, pero el consejo puede no ser la respuesta ideal.
La alternativa: escuchar sin intervenir
¿Qué tal si, la próxima vez que alguien nos cuente sus preocupaciones, nos damos un momento para respirar antes de lanzarnos a responder? A veces, lo que más ayuda no es una solución inmediata, sino un espacio seguro para hablar. Si en lugar de apresurarnos a resolver, optamos por escuchar hasta el final, podríamos descubrir que eso es justamente lo que la otra persona necesitaba.
Aquí tienes algunas alternativas que puedes probar:
- Una respuesta empática: Un simple “te entiendo” o un “eso debe ser muy difícil para ti” puede ser más poderoso que cualquier consejo.
- Una pregunta respetuosa: Si sientes que quieres ayudar, podrías preguntar: “¿Te gustaría que compartiera algunas ideas o prefieres que simplemente te escuche?”. Esto no solo muestra empatía, sino también respeto hacia la necesidad de la otra persona.
- Ofrecer compañía sin soluciones: A veces basta con un “Estoy aquí para ti”. Demuestra apoyo sin intervenir directamente.
En terapia online para la ansiedad, esta práctica de escucha activa es esencial. Aprendemos que el silencio y el apoyo sincero son herramientas poderosas que ayudan a crear un entorno de confianza y a reforzar la conexión.
Reflexionando sobre la ayuda y la conexión humana
Podríamos decir que ayudar no siempre significa resolver, sino estar ahí, ofrecer una escucha sin prisas, sin intentar arreglar nada, solo compartiendo ese momento. La próxima vez que sientas el impulso de ayudar, pregúntate si realmente estás respondiendo a una necesidad del otro… o si es una manera de aliviar tu propia incomodidad ante su malestar.
¿Te ha pasado? Cuéntanos cómo reaccionas cuando alguien te cuenta sus problemas, y si alguna vez has intentado simplemente escuchar, sin dar una solución. ¡A lo mejor descubres que ayudar no siempre significa resolver!
“¿Sueles ser de los que dan consejos al vuelo? ¡Cuéntanos tu experiencia aquí!”
Psicólogo Online