Resulta que este hábito es mucho más común de lo que parece, y aquí te explicamos por qué algunos lanzan el “No” sin pensarlo dos veces… aunque después lo reconsideren.
El “No” como escudo instantáneo
¿Sabías que nuestra primera respuesta suele ser automática y defensiva? Según un estudio de Nobel y Shaver (2008) sobre respuestas automáticas en relaciones interpersonales, el primer impulso suele ser protegerse. Y, ¿qué es más “protector” que un buen “No”? Es como el reflejo de retirar la mano del fuego, pero a nivel social: responde rápido para luego pensar.
En la práctica, decir “No” enseguida permite evitar compromisos o el estrés de decidir rápido. Es una respuesta que refleja nuestro mecanismo de autoprotección en situaciones que percibimos como una demanda, por muy pequeña que sea. A nivel cognitivo, se activa como un filtro, una especie de spam filter emocional que nos permite evitar un compromiso inmediato, según el enfoque de la psicología conductual.
¿Cómo se convierte en una “manía” cotidiana?
Muchos lo vivimos desde pequeños: respondemos negativamente para proteger nuestra libertad. En la adultez, sin embargo, este reflejo parece haberse quedado con nosotros como un hábito persistente. Las personas que responden con un “No” inicial en cada conversación suelen actuar así como una forma de marcar su espacio personal o evitar presiones. Es una manera de empezar sin comprometerse.
Ejemplo práctico:
Imagina que preguntas a tu pareja: “¿Te apetece salir a dar una vuelta?” y él/ella dice “No”. Unos minutos después, reflexiona y acepta. Alguien podría pensar que solo quería que le insistieras, pero en realidad es más probable que necesite espacio para procesar y decidir sin presión.
¿Tiene algún beneficio psicológico?
Sí, este “No” automático puede aliviar la ansiedad de comprometerse, según sugiere un estudio publicado en Psychological Science. Al negarse primero, la persona se da tiempo para evaluar en paz, sin la sensación de tener que dar una respuesta definitiva en el momento.
Este hábito puede estar conectado con la evitación experiencial, un fenómeno estudiado en Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) y otras terapias de tercera generación. La evitación experiencial implica evitar emociones o situaciones incómodas a toda costa. En este caso, decir “No” evita el micro-momento de incomodidad de pensar en una respuesta.
La psicóloga Jill Hooley habla de este tipo de evitación como un mecanismo que “alivia” la presión momentánea, pero a largo plazo impide desarrollar una respuesta flexible. Al final, este “No” puede quedarse como una costumbre de evitación que se repite en distintas áreas de la vida, desde lo cotidiano hasta las relaciones.
¿Se puede cambiar el “No” automático? 🤔
Para quienes reconocen en sí mismos esta respuesta automática, existen varias estrategias para aprender a reaccionar con más flexibilidad. Aquí te damos algunas ideas:
¿Qué pasa si eres tú quien recibe el “No” de otro? 🤷♀️
Aquí, el truco es no tomártelo como algo personal (aunque cueste). Muchas veces, el “No” inicial no tiene nada que ver contigo, sino con la persona y su necesidad de espacio. Dale unos segundos y, si quieres, reformula la pregunta o explícale que no necesita dar una respuesta cerrada.
Por ejemplo:
“¿Te apetece ir al cine esta tarde?” – “No.” En lugar de tomártelo como un rechazo, podrías decir: “Sin problema, si te apetece más tarde, avísame”.
En muchos casos, verás que reconsideran o que agradecen que les des espacio. Como dice el psicólogo Adam Grant, la disposición de una persona a cambiar depende mucho del espacio que le demos para reflexionar, sin presión.
Al final, estas manías son más un reflejo de la naturaleza humana que un defecto. Y, como todas las manías, puede ser útil mirarlas con humor, saber que son algo común y que no nos definen. Si eres de los que dicen “No” al principio, date un respiro y míralo como una oportunidad para preguntarte de qué te estás protegiendo o qué necesitas.
Después de todo, nuestras respuestas automáticas nos cuentan algo de nosotros mismos. Y, como en todas las relaciones, a veces necesitamos un “No” inicial para después decir que sí… pero con más ganas. 😉