Ejercicios experienciales del libro de ACT en los trastornos alimentarios de Wilson.

Publicado el 06/12/2017 - POR ICOMPORTAMIENTO

Traducción de dos ejercicios experienciales del libro de Terapia de Aceptación y Compromiso en los trastornos alimentarios de Wilson, Sandoz y DuFrene

 

 

El ejercicio del Regalo

El terapeuta introduce el ejercicio del Regalo a Aja pidiéndole que rememore un tiempo en el que ella hubiera sido más tolerante.

 

Terapeuta: Me has contado cómo eres más relajada en comparación con otras chicas de aquí. Me preguntaba si tienes alguna noción de cuándo empezó eso. ¿Cuándo te diste cuenta de que los otros parecían más tensos/estirados que tú?

 

En este punto no es importante que el cliente explique qué pasó o dé detalles adicionales. En este punto, el terapeuta simplemente inicia el contacto suficiente con la experiencia para que Aja sea capaz de dar su permiso para que continúe el ejercicio.

 

Terapeuta: Me preguntaba si podíamos hacer un ejercicio yendo hacia atrás hasta justo antes de eso. Me gustaría tener una percepción de cómo era para ti entonces. (Puede referirse a algo en concreto, o también en general, en plan cómo te iba, etcétera, es una expresión un poco difícil de traducir con precisión).

 

Con el permiso de Aja, el terapeuta empieza con un ejercicio de momento presente. Cuando el comportamiento no verbal de Aja sugiere que está presente, el terapeuta guía su conciencia hacia la imagen de sí misma antes de que aprendiera a “pasar de todo”.

 

Terapeuta: Y ahora te pediría que suavemente dejases que tu conciencia se desplazase de tu experiencia en esta habitación, justo ahora, y evocar una imagen de ti misma a los diez años. Y respira. Y deja que una imagen de esa niña pequeña se materialice ante ti. Permítete notar la forma en que su pelo cae sobre su cara, la forma de sus mejillas, su mandíbula, su barbilla. Fíjate en qué forma se mueve, y en la postura que adquiere cuando se queda quieta. Y respira. Y me gustaría que te permitieses reconocer a esta chica de dentro afuera. Fíjate en qué cosas le complacen, las cosas que ve con ilusión. Mira cómo cambia su cara mientras contacta con estas pequeñas alegrías de su vida. Y respira. Y en la siguiente inspiración, te pediría que notaras qué sufrimientos lleva consigo – las cosas que teme o por las que se preocupa. Fíjate en sus decepciones. Y mira cómo cambia su cara mientras afloran esos sufrimientos, miedos y decepciones. Y respira. Y ahora, si te parece bien, me gustaría que te hicieras consciente de las alegrías y el dolor que esta niña todavía tiene que experimentar. Date cuenta de que no pasará mucho hasta que esta chica empiece a deshacerse de su libertad para preocuparse (o importar, que le importen las cosas). Tal vez esto ocurra despacio, a lo largo de un número de sufrimientos a lo largo de años. Tal vez pase de repente. Y respira.

 

A continuación, el terapeuta introduce la idea de que esta evitación puede tener un coste, y que tal vez haya más maneras de ser.

 

Terapeuta: Me gustaría que imaginaras que tienes un regalo que puedes darle a esta niña. Algo que sólo tú puedes darle. Imagínate que le puedes dar permiso para preocuparse (o para que le importe) – con la libertad que tiene ahora – por una cosa en la vida. La alegría que viene con la preocupación (o el importar) y el dolor. Tal vez sea una persona, una experiencia, una esperanza. Tú eliges. Ahora voy a permanecer en silencio. Y en los momentos de silencio, quiero que la pregunta surja en torno a ti, sin apresurar una respuesta: ¿Tomarías la oportunidad para ofrecerle este regalo a esta niña?

 

El terapeuta se pausa ahora, observando a Aja en busca de indicaciones no verbales de flexibilidad o inflexibilidad, y entonces termina el ejercicio.

 

Terapeuta: Y cuando estés lista, te pediría que volvieras conmigo a esta habitación, ahora mismo, dejando que esa pregunta se quede ahí.

 

Al concluir este ejercicio, el terapeuta da a Aja la oportunidad de compartir el cómo fue esta experiencia para ella. En este punto, el trabajo del terapeuta es simplemente apreciar lo que ella comunica.

 

 

La Metáfora Flotante

 

El terapeuta empieza guiando la atención de Gabriella hacia la lucha con su imagen corporal.

 

Terapeuta: Oigo que has venido aquí con un bagaje de quince años de lucha con tu cuerpo. Oigo en qué manera has hecho tu vida más pequeña para acomodarla a esa lucha. Oigo que tienes la esperanza de que hay algo que podemos hacer juntos que haría que esos dolorosos pensamientos y sensaciones se vayan. Quiero decirte sinceramente, sin embargo, que no sé qué podría probar que no hayas probado tú antes. Has probado a cambiar tu cuerpo con dieta y ejercicio. Has probado afirmaciones y relajación para cambiar tus pensamientos y sentimientos. Has intentado no preocuparte, distraerte, fingir que todo está bien. E incluso cuando las cosas han funcionado durante un tiempo, una y otra vez te has visto empujada de vuelta a esta lucha contra tu imagen corporal. Dentro de ti oigo una desesperación viniendo hacia aquí. Siento que, incluso ahora, sientes esa lucha creciendo a tu alrededor como agua, como si el abandonar esa lucha por un solo instante hiciera que te ahogaras. ¿Es correcto?

 

El terapeuta introduce la Metáfora Flotante por primera vez describiendo la evitación de Gabriella y los costes que puede implicar.

 

Terapeuta: Me pregunto si es algo así: ¿Has estado alguna vez en la playa, y te has quedado de pie en el punto justo antes de donde rompen las olas? Y si avanzas sólo un paso más dentro del agua, cuando las olas retroceden, el agua se acumula alrededor de tu pecho o tu cintura, y puede resultar cómodo, incluso placentero. Entonces el agua delante de ti empieza a aumentar y ves las olas alzándose justo frente a ti. E incluso si te gusta estar en el océano, hay una ansiedad que empieza a acumularse mientras la ola avanza hacia ti. Siento como si tú estuvieras en ese punto ahora mismo. Estás bien ahora mismo, pero tienes la sensación de que si te apartaras incluso por un minuto, acabarías bocabajo en el agua, o incluso tragada por el océano. ¿Cierto?

 

Gabriella: O simplemente hundiéndome, luchando para mantenerme a flote.

 

Terapeuta: (Introduciendo la respuesta de Gabriella en la metáfora) Exactamente. Pataleando y moviendo tus brazos mientras el agua cubre tu cabeza una y otra vez…

 

A continuación, el terapeuta usa la metáfora para introducir el concepto de evitación experiencialmente y señalar el actual comportamiento de Gabriella como evitador.

 

Terapeuta: Así que hay un par de cosas que puedes hacer cuando te encuentras en ese punto. Uno es observar la ola de cerca, poniendo tu cuerpo rígido mientras te preparas para su venida. Para ti, esto es hacer ejercicio, esconder tu cuerpo, pedir dinero prestado para operarte. Así que ves venir la ola, y la ansiedad aumenta, y cuanto más aumenta la ansiedad, más rígida te vuelves tú.

 

Ahora el terapeuta introduce experiencialmente la idea de que la evitación tiene un coste.

 

Terapeuta: Y esto funciona bastante bien, ¿no? La ola rompe fuertemente contra ti. Puede picar un poco, puede salpicarte la cara con agua, con algo de sal en tus ojos, pero la casi todo el tiempo está bien. Al menos no te ahogas, o te arrastra el mar.

 

Excepto que hay una cosa… viene otra ola, ¿verdad? Así que una vez más te pones rígida, observando, y preparándote para el próximo golpe. Es bastante difícil disfrutar un baño en el océano cuando tienes que mantener un ojo en el horizonte todo el tiempo, preparándote para la siguiente ola. Y no sólo eso, sino que eventualmente hay una ola que es más alta que tú. Y no importa lo rígida que estés, es demasiado – te vas a caer. Así que te encuentras tosiendo y escupiendo y quitándote la sal de los ojos, pero apenas hay tiempo para eso, porque tienes que prepararte para la siguiente ola.

 

Entonces el terapeuta introduce la aceptación como alternativa.

 

Terapeuta: Hay algo que puedes hacer, sin embargo. Puedes dejar que tu cuerpo quede flojo, ¿verdad? Tus brazos y piernas como flotando en el agua. Y las olas todavía vienen, y tú subes junto con el agua a tu alrededor. Es desconcertante, ¿verdad? Realmente casi incómodo, mientras tus pies dejan la arena y te sientes llevada por el agua. Así que mueves los brazos un par de veces, das alguna patada, y al rato tus pies vuelven a encontrar el fondo. Puedes posarte en otro punto diferente de ése en el que empezaste. Puedes sentirte incómoda, y fuera de control. Pero aquí está la cosa: flotas si te dejas flotar. ¿Así que cuál es la posición más fuerte?

 

Finalmente, el terapeuta relaciona la metáfora con los conflictos de Gabriella con su imagen corporal.

 

Terapeuta: Supongo que lo que me estoy imaginando es esto – te has estado poniendo más dura y rígida durante todo este tiempo de lucha con tu cuerpo. Tus ojos están siempre en el horizonte, esperando a la siguiente vez que esos pensamientos y sensaciones surjan a tu alrededor. ¿Podría ser que eso sea justo como el océano? ¿Podría ser que simplemente pudieras flotar?

 

El terapeuta se resiste ahora a dar consejos directos, excepto tal vez para ofrecer a Gabriella el reto de probar la aceptación y ver qué pasa.

 

Terapeuta: Puede valer la pena probarlo. ¿Qué tal si la próxima vez que mires con disgusto tus muslos o tu estómago, y esas sensaciones familiares empiecen a surgir, y sientas que te pones rígida, qué tal si te pausas y respiras, cierras tus ojos y te dejas flotar? ¿Crees que puede valer la pena intentarlo?

 

Sandoz, Emily K.; Wilson, Kelly G.; DuFrene, Troy. Acceptance and Commitment Therapy for Eating Disorders: A Process-Focused Guide to Treating Anorexia and Bulimia.

 

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